Durante los días de frío surgen dudas sobre la influencia de la actividad física en las defensas de nuestro organismo. ¿Es el deporte un aliado o un enemigo?
El sistema inmunológico es una compleja red de células, tejidos y órganos especializados que reconocen las sustancias extrañas, principalmente los microorganismos patógenos (causantes de enfermedades), como bacterias, virus, parásitos y hongos, y que defienden al organismo contra ellos. Existen muchos factores que pueden alterar estas defensas, como son ciertas enfermedades, cambios estacionales, la contaminación o edades extremas de la vida, que no podemos controlar ni modificar. Sin embargo, hay otra serie de factores que en gran medida podemos controlar, como son la alimentación, el descanso, el tabaco, la cafeína, el estrés o el sedentarismo.
El ejercicio físico es uno de esos factores modificables, y en función de su intensidad, duración y cronicidad, tiene efectos positivos o negativos sobre la respuesta inmune.
- A corto plazo, en las dos horas posteriores a un entrenamiento de alta intensidad, se observa una disminución de la actividad y número total de leucocitos o glóbulos blancos, encargados de defender al organismo de las infecciones y ayudar a eliminar los residuos y desechos de los tejidos. La prolongación de esta supresión depende de la duración y la intensidad del ejercicio, y durante este estado, la persona está propensa a contraer enfermedades de tipo infecciosas.
- Sin embargo, a medio o largo plazo, la realización de ejercicio físico induce un incremento sustancial de la actividad y número de estos leucocitos, potenciando así nuestro sistema inmune. Por lo tanto, es muy importante manejar las intensidades de nuestro entrenamiento de cara a protegerlo.
Hay muchas señales que indican que el sistema inmune no funciona correctamente: falta de energía, reacciones alérgicas, fatiga, curación lenta de heridas, catarros constantes, etc. En caso de contraer alguna enfermedad del sistema inmunitario, no es aconsejable continuar con los entrenamientos de manera habitual. Tras el reposo necesario se debe comenzar con programas de baja intensidad, ya que incluso una sola sesión de ejercicio estimula positivamente nuestro sistema inmune, aunque el ejercicio regular proporciona un mejor estatus inmunológico.
Y en cuanto a qué tipo de actividad es más beneficiosa para nuestro sistema inmune, parece claro que el ejercicio aeróbico moderado es nuestro mejor aliado, por ejemplo: correr, montar en bicicleta, nadar, etc. Pero no debemos de olvidarnos del entrenamiento de fuerza, que no solo mejorará nuestro sistema inmune de forma directa, sino también de manera indirecta manteniendo nuestro metabolismo bajo control.